A esos que piden más cárcel y más castigo




Los palabreros no nos sentimos por fuera del debate de la última semana en relación a las actividades culturales en las cárceles y a si los internos pueden salir de forma momentánea a participar de eventos, espacios educativos, etc. Si bien no continuamos yendo a los medios y contestando las preguntas -malintencionadas y capciosas- de muchos periodistas que hacen eco al pedido social de estigmatización de los presos y sobre todo, de los pobres. Espontáneamente, algunos de nosotros liberamos unas palabras sobre este tema ya que llevamos varios años trabajando y aprendiendo de los talleres de comunicación en las cárceles, y estamos convencidos que todos tenemos derecho a hablar, a crear, a recibir educación y a ser escuchados. 

La hora libre...
A partir de la polémica desatada por los medios de comunicación a raíz de la salida de internos de un penal de Buenos Aires para participar de un acto político, se comenzó a cuestionar generalizando la posibilidad de las salidas de los internos, y la concurrencia a los talleres y actividades culturales que se desarrollan al interior de los penales.
En medio de esta situación, como integrante de un proyecto de comunicación comunitaria que se realiza en los penales de varones y de mujeres de la ciudad de Paraná, me siento en la obligación de expresar mi opinión en relación al tema, teniendo conocimiento del contexto de la cárcel a partir de mi participación en dicho equipo, perteneciente a un proyecto de extensión de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Facultad de Ciencias de la Educación. El proyecto denominado “Comunicación Comunitaria en la Cárcel: Taller la Hora Libre” tiene siete años de trabajo en el penal n°1, donde se inicio a partir de la búsqueda y necesidad de generar un espacio de comunicación al interior del penal. Ese fue y es el motor de este proyecto, que el año pasado apuesta a generar este mismo espacio en la unidad penal de mujeres, donde también sentimos la necesidad de generar un espacio a través de la comunicación.
Este objetivo fue y es el que lleva adelante el proyecto. Quienes integramos el mismo, tenemos la convicción de que es posible sostener un espacio de comunicación dentro de un ámbito de estas características, porque todos tenemos algo para decir, de la forma que sea, a través de la palabra, el dibujo, la música, la pintura… lo importante es poder decir aquello que no está dicho… volver a revalorizar la palabra y el dialogo en un ámbito donde la violencia parece atravesarlo todo y donde la ley del más fuerte se instala como la única posibilidad de supervivencia.
Sostenemos además la importancia de apostar a la creatividad, a lo lúdico, como formas de trabajar con el otro, de igual a igual, dando la posibilidad de que cada uno saque lo mejor de sí mismo, y ponga en marcha sus potencias, para crear nuevas realidades. Respetamos los procesos individuales, pero apostamos a generar los procesos colectivos que nos ayudan a pensar que podemos trabajar con el otro, discutiendo, debatiendo, pero sin dejar de respetar las diferentes maneras de pensar, interpretar y nombrar la realidad.
No justificamos ningún hecho delictivo, ni tampoco podemos volver a juzgar a quienes ya han sido juzgados y están cumpliendo una pena, solamente tratamos de comprender dejando de lado los prejuicios, trabajando desde un espacio de comunicación que intenta y apuesta a la reflexión, aportando un granito de arena a un proceso mucho más complejo dentro de un sistema carcelario, que mucho dista de ser un espacio donde los internos puedan realmente atravesar su codena y salir ilesos para reinsertarse en la sociedad. Sabemos de las falencias de este sistema, que reproduce la delincuencia y genera desigualdad.
No podemos dejar de lado el análisis de la población de nuestras cárceles, en su mayoría pobladas por jóvenes, de sectores marginales, analfabetos, despojados de cualquier posibilidad de elección, donde terminan siendo víctimas de un sistema que los excluye.
Creemos en la importancia de estos espacios culturales de comunicación y diálogo al interior de los penales, para insertar otras lógicas, trabajar con las potencias y generar aprendizaje, desde otro lugar que no sea volver a culpabilizarlos por un hecho ya cometido, sino darles la posibilidad de que puedan pensarse y revertir esa situación haciendo cosas que los ayuden a habitar otras posibilidades.
Continuaremos con las palabras, los juegos, los murales, la música, las radios abiertas, las fotografías, que son los que han dado vida a este proyecto y que tienen como protagonistas a los muchachos de la UP1 y las chicas de la UP6 con quienes sostenemos este espacio, y de quienes aprendemos, en un ida y vuelta."

Para la polémica, podrán seguir hablando desde la ignorancia quienes jamás han entrado a una cárcel, y aquellos que no se ponen a pensar en las historias de vida que se esconden detrás de sus muros…y si lo hacen, es desde el lugar del prejuicio y la convicción de que se puede juzgar el proceder del otro…sin mirar el propio antes.
Para nosotros continuaran las tardes de taller….

Jesica Lorenzón (Lic. en Trabajo Social, integrante del Proyecto  Comunicación Comunitaria en la Cárcel

Seguimos pensando que las cárceles no tienen nada que ver con nosotros, “la sociedad”. Me sigue sorprendiendo en el acento que se pone en que un preso no puede participar de actividades educativas o culturales. Pareciera que se considera que debe estar castigado, encerrado aún más en su destino de “criminal”, distinto a todos los que “funcionamos” en sociedad, los que “producimos”.
Las cárceles no existen para castigar, existen para aislar un sujeto que se considera peligroso, al que se le suspenden algunos derechos (de circular por la ciudad, entre otros).
Ya están privados de su libertad, quizás por muchos años.
Está probado además que el encierro y el aislamiento no contribuyen a cambiar las condiciones que llevaron a un sujeto a delinquir. Pero el arte sí, la educación sí, los nuevos caminos que se abren sí, pensarse sin estigmas, sí.
Cambiar las condiciones por las cuales se producen el delito. Las personas tienen que encontrar mejores caminos para resolver la pobreza, la violencia, la locura.
Todos tenemos que cambiar y mejorar. No es en las cárceles donde podemos hacerlo.
¡La enfermedad de la sociedad tiene que ser tratada!
Lucrecia Pérez Campos (Lic. en Comunicación Social, Directora del Proyecto Comunicación Comunitaria en la Cárcel).

La cárcel que somos
Hace unos siete años llegamos a la cárcel perteneciendo a un mundo totalmente diferente. Nuestra propuesta fue construir un espacio de diálogo, donde la palabra pueda ser usada libremente y -a partir de allí- incursionar en diversos formatos comunicacionales.
La experiencia resultó exitosa ya que generó varios cambios, cambios en nosotros mismos, sobre todo. La cárcel comenzó a ser real... dejó de tener el suspenso que tiene en el cine, el misterio de las rejas se esfumó, nos fuimos de a poco despojando de los prejuicios -que son como celdas- y vimos que no pertenecemos a un mundo diferente: la Universidad también suele estar aislada y también tiene un lenguaje propio. Como muchas de las instituciones actuales.
Encerrados y libres, somos parte de lo mismo, de esta sociedad que encarcela y aísla lo peligroso, lo desesperado, lo reo. De esta construcción social de sentidos que expulsa lo que molesta, lo que no es útil al sector productivo, al consumo, al orden social que no tiene nada que ver con la complejidad, con la diversidad que habitamos y que nos cuesta tanto reconocer.
En las cárceles de Paraná intentamos generar espacios para la diversidad: de ideas, de gustos, de historias, de deseos, de talentos, de temores, de inquietudes, de condenas... pero apelamos a eso que todos tenemos y nos hace iguales: la capacidad de crear. Somos seres creadores y creativos aunque no lo desarrollemos y ese arte que puede manifestarse de distintas maneras nos pone en un lugar en el que nos sentimos libres y nos damos valor.
Las cuestionadas mediáticamente actividades culturales en cárceles no están para entretener y tranquilizar a los "salvajes" o simplemente para recrearlos, generarles recreos al pabellón. Están para despertar la imaginación, la creatividad y que esos sujetos se desprendan de su estigma, de su atadura a esa carátula que es un fallo judicial, no es su "ser".
¿Acaso una deuda que luego pagamos nos convertirá para siempre en deudores? Démosle una posibilidad, démonos una posibilidad a esta sociedad que conformamos para ir más allá de esa violencia cotidiana que nos vuelve egoístas, utilitaristas y desconsiderados. Que las cárceles -como la sociedad- sean lugares para la educación, el trabajo y la cultura... porque las cárceles que tenemos también es lo que somos.

Gretel Schneider (Lic en Comunicación Social, Codirectora del Proyecto Comunicación Comunitaria en la Cárcel)

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