Convicciones y acerca de la vida en prisión


En este post queremos compartir lo que significa para nosotros el enunciado: “Todos tenemos algo para decir”…

El decir, el hacer uso de la palabra o de cualquier forma de expresión, no es algo sencillo de realizar. Lo que se dice y oye no siempre resulta grato de de decir y de oír.

Por eso, muchas veces nos encontramos con que lo que decimos desde este blog –que se enmarca en un proyecto de intervención en Comunicación Comunitaria- resuena extraño a los oídos de muchos que se aferran a ideas pre-juiciosas sobre la cárcel y sobre las personas que se encuentran en ellas.

Consideramos que es más fácil reproducir discursos masivos sobre la cárcel, condicionados por el sensacionalismo mediático, que abrirse a una reflexión sobre los problemas que plantea una institución de encierro en la actualidad.

Por esto, proponemos pensar que la cárcel no es algo externo a la sociedad, sino un espejo donde la sociedad se refleja.

Si la cárcel implica violencia es porque la sociedad es violenta. Abrimos a debate esta afirmación… ¿podemos hacer esta analogía?

Si bien la violencia instituida acalla voces, muchas se filtran por las grietas de los discursos dominantes.

Me pegaron en la cárcel por leer, por escribir, por pensar, paradójicamente.

La sociedad dice que en la cárcel estamos mejor, que los derechos humanos son sólo para los chorros...

y uno escucha todo ese discurso de que nos gusta esa vida en la cárcel, que no hacemos nada.

A mí no me gustaba esa vida y decidí hacer otra cosa: leer, terminar el secundario, recibirme.

Pero no recibí un abrazo de la sociedad; recibí piñas, me quebraron los tobillos, me rompieron un diente; sufrí miles de requisas por leer y escribir.

Me di cuenta de que la sociedad prefiere que los pibes roben, que se droguen antes que accionen y piensen.

Es más peligroso un pibe que piensa que un pibe que roba.”

Así se expresaba Camilo Blajaquis en una entrevista publicada en Página 12. Camilo Blajaquis es el seudónimo de César González, un joven de 22 años que estuvo privado de su libertad desde los 16 a los 20, y que tomó la palabra en el encierro, para seguir escribiendo en libertad…

Como Camilo, y otros tantos que buscan expresarse sorteando diferentes trabas y censuras, Olga Guzmán presentó recientemente en Rosario y por vía telefónica desde la cárcel de Ezeiza, su libro de poesías “Esta vez decido yo”. Compartimos aquí algunos fragmentos de una nota publicada en el boletín Enredando, sobre Olga y sus recursos para poder decir y sobrevivir al encierro:

Osvaldo Bayer habla de ella, de sus versos, sus sueños, su búsqueda.

“Olga Guzmán eligió el camino. Cuando no tuvo más libertad buscó y encontró la poesía para vivir.

Sí, para vivir la vida.

Seguir viviendo la vida desde otro ángulo.

Trasponer el precipicio con un salto, desde la celda a una llanura en la que puede sembrar flores, pensa-mientos, tristezas, futuro, alegrías profundas, con esa nostalgia que da el no poder caminar hacia el horizonte sin que la llamen al orden”.

Sobre Olga, Oscar Castelnovo escribe:

“Cuando se le pregunta cuál fue el día más feliz de su infancia, ella afirma que no tuvo.

Entonces habla del viento hurgando entre los dedos de sus pies descalzos, de su madre campesina en Colonia Vera, Paraguay. De su padre con un pasado alcohólico que había conocido los códigos del encierro.

Luego vendrían la huída del hogar, el internado para huérfanos, el trabajo como empleada en casas de familia, la escuela secundaria, y un embarazo que la dejó envuelta en desamparo y firmeza.”

Muchos años después, tras los barrotes, le escribiría a su hija Carla:

“Sos mi fuerza, mi contención/

La distancia, el encierro

no podrán quebrar este sentimiento/

tu rostro me libera y me renueva.

Y aquí sigo esperando el día del reencuentro,

trato de imaginármelo y hasta no puedo.”

En la presentación del libro, también se escuchó la voz militante de La Galle, Karina Germano. “Ojalá todo el mundo tome conciencia de lo que significa este libro, el objetivo que es, por un lado, que sirva como una herramienta para las propias compañeras, para que sirva como un disparador para que cada una exteriorice sus propias experiencias y por otro, para que las voces intramuros salgan al exterior y la sociedad tome un poquito más de conciencia de que todas estas mujeres que están acá adentro forman parte de la misma sociedad. Nadie está exento de pasar por lugares como estos. Parece ser que los medios de comunicación masivos hacen estragos en el imaginario social sobre lo que son las cárceles y la gente que está adentro. Es muy importante que cada uno reflexionemos en hechos y discursos para que se modifiquen estas situaciones inhumanas que se viven en las cárceles, sobre todo en las de provincias.”

La escritura carcelaria es un acto humano de resistencia, casi instintivo. Es un refugio intangible y poderosamente reparador para la dignidad de quien atraviesa en su cuerpo, en su alma, la desesperanza que desnuda la situación de encierro.

Rabia da el silencio sobre hechos como el sucedido en la cárcel de Coronda, justamente luego de que la presentación del libro de Olga Gómez en la biblioteca del penal:

Un boletín de la Agencia Rodolfo Walsh titulado “Poesía, fraternidad y represalias a militantes de Ciudad Interna informa que los penitenciarios de Coronda clausuraron el espacio de comunicación Ciudad Interna, cortaron Internet y mandaron a los buzones a compañeros de Radio Mágica, emisora que transmite desde la prisión y se escucha en toda la ciudad de Coronda.

El hecho sucedió días después de una fuerte denuncia sobre los muertos y asesinados en las cárceles santafesinas, y luego de la visita de compañeros de la Agencia Walsh y del Foro de Privados de Libertad y Liberados, quienes,-convocados por la Comisión Antirrepresiva por los Derechos Humanos de Rosario, presentaron el libro "Esta vez decido yo" de la compañera Olga Guzmán, presa en Ezeiza, y el ya conocido "Intensidades de Mujer", en la biblioteca de la prisión.

La presentación también permitió un rico intercambio de visiones sobre la lucha anti-carcelaria y generó acuerdos de trabajos y denuncias conjuntas.

No resulta extraño que esta fraternidad entre militantes sea una de las causas del ensañamiento… Por eso, escribir, hablar y vencer el silencio diciendo, agitando la palabra que hace veraz al pensamiento y al cuerpo, hace emerger la humanidad creadora como simiente de cambio. Mientras decimos transformamos…

La obediencia ante el juez, obediencia ante la requisa, obediencia ante el psicólogo, obediencia ante todos. Bajar la cabeza, las manos atrás, el crac de las cadenas, el crac de las esposas. El camión de morgue para ir al comparendo, las guardias femeninas que revisan y desnudan a nenitas de 3 años, argumentan que es algo necesario, argumentan que es parte de la pena judicial.
Temblores, melodías de fierros chocando contra la puerta, escaramuzas, gritos de guerra, campo de concentración vestido de otra forma, olladas con caldo de resaca comida resentida sin sabor con gusto a reja.
Relación vertical hasta el hueso, todo autoridad todo muñequitos todo confusión, miserable basurero recolector papeleo y virus burocrático desparramado desde lo que llevan las cadenas hasta los que llevan delantal y se pegan un título en la boca.
Duro es mi escribir, consideran ciertos, respondo duro es el paredón de una cárcel, duro es el plomo de una bala perforando piel, músculo, hueso, duro es el pizarrón donde te enseñan a no vivir, duro es el piso, duro es el juez, duro es el ojo que ve pero sigue de largo.

Esto es un fragmento de “Teorema sobre entrar y Salir”, de Camilo Blajaquis.

Gracias por leernos, por permitirnos decir. Y de esta manera invitamos a tomar la palabra, a pensar acerca de la cárcel y de las prisiones que nos encierran a diario. También a leer, y a escribir, y a crear…

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