Eso que pasa, nos pasa



Compartimos una misma ciudad, venimos de distintos barrios. Por todos lados hay pobreza y desigualdad. No sólo en términos económicos. No sólo carencia de recursos, sino que se han empobrecido o cambiado algunas estructuras que parecían muy seguras décadas atrás: el mundo del trabajo, la escuela, el ascenso social, el convencimiento que el esfuerzo es recompensado, la esperanza en un futuro,


Porcentajes increíbles de desocupación. La tecnología reemplaza a los trabajadores. Consumismo obsceno. Diferencias abismales entre ricos y pobres. La guita fácil. Tener, ganas de tener más.


Los jóvenes no siempre vislumbran el futuro. ¿Qué hay más allá de hoy? “Nada”. O “no sé”… Estudiar y trabajar para no saber ni siquiera si algún día tendrá al menos una casa propia…


El delito es un fenómeno complejo, Estamos formateados por el sentido común que se a ido construyendo con los mensajes de los medios, las opiniones ligeras. El sentido común aísla y discrimina como sujetos alejados de nosotros, de nuestra vida segura y “legal”.


No es así. En realidad, cualquiera puede “caer” en la cárcel… cualquier pobre…


Quizás otros –cualquiera de nosotros- puede tener la seguridad de un juicio justo y de recursos –materiales y culturales- para evitar la prisión.


¿Todos los delincuentes van a prisión?


Desde nuestro trabajo como estudiantes y graduados de una Facultad que se ocupa de la formación en Educación y Comunicación, creemos que tenemos que mirar un poquito más allá. Reflexionamos sobre la composición actual de las cárceles argentinas. Son, en gran parte, un depósito de pobres; centros de aislamiento y de perfección del delito.


Deseamos que haya menos delitos, menos inseguridad, menos violencia. Quisiéramos también que haya menos presos; porque a muchos de ellos, los caminos se les han cerrado antes de empezar a andar.


Sin hogar, sin escuela, sin trabajo, sin expectativas por el futuro.


Quisiéramos una sociedad más justa e igualitaria. ¡Qué ambiciosos! Quizás cada uno de nosotros puede contribuir de alguna manera con esta idea para que no siga siendo tan lejana…


Alguien puede decir, con justo sentimiento: fui víctima de un hecho delictivo; me robaron, me hirieron, mataron a un ser querido… todos los días vemos o leemos crónicas de hechos tremendos de violencia. Se alimenta la “sensación de inseguridad”, tenemos miedo…


Pero sería bueno pensar que la experiencia que vivimos, por más dramática que sea a nivel personal, es una experiencia colectiva. Somos parte de la construcción de esta sociedad y de sus modos de relación. ¿entonces? ¿somos responsables o culpables de esto?


Comencemos por pensar que no estamos afuera. Por más que se aíslen a los delincuentes, el fenómeno del delito sigue sosteniéndose, creciendo, complejizándose.


Luchemos por una justicia mejor, pero también por combatir la desigualdad, la pobreza, la falta de otras posibilidades.


Por otra parte, no sumemos más condenas a quienes ya están cumpliendo una o acaban de cumplirla. No somos jueces.


Tratemos de pensar que todo el mundo tiene una nueva oportunidad de decidir sobre su vida después de la cárcel.


Luchemos para que no haya tantos delitos. Mientras luchamos por cambiar el mundo, procuremos por lo menos escuchar, saber cómo han sido los caminos que han llevado a cientos de jóvenes entrerrianos a vivir en reclusión.

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