Cárcel, Comunicación y Teatro para ser libres.

Los aplausos sonaron al unísono cuando el elenco de “¿Dónde está mi dinero?” y “¿Quién paga la cuenta?” hizo el saludo final. El acto por la independencia del 9 de julio terminaba en el salón de la escuela primaria de la Unidad Penal 1 “Juan José O`Connor”, luego de que las improvisaciones cómicas del Taller de Comunicación y Teatro, coordinado por el actor y director Santiago Marcos, hicieran su estreno sobre las baldosas del pequeño recinto ubicado en el corazón de la nave central de la cárcel de varones de Paraná.


El grito de “libertad, libertad, libertad…” del himno argentino resuena por los pasillos de la cárcel, mientras los actores y las actrices se preparan en el camarín improvisado, siguiendo el estilo, en una de las aulas de la escuelita. Entre la nube de humo de cigarrillo, los pupitres, ropa de utilería se repasan las escenas y sus líneas. En eso, se abre la puerta y entra Santiago Marcos, dramaturgo paranaense convocado  a coordinar los talleres por el grupo de Palabrerxs; junto con él, una melodía de reggae que ya ponía en clave cultural el evento patrio que dio cabida al gran estreno. Como casi nunca, “polvorita” dio un par de directivas: “no den la espalda al público, y tampoco pierdan de vista a los compañeros de escena…”, soltó y el frío que atraviesa el pecho cuando hay mezcla de nervios, ansiedad… miedo, fue para todos igual. Se formó una ronda y tomados de la mano gritamos “¡mierda, mierda, mierda!”.

—Hola señorita, yo busco al patrón—  anuncia el obrero que, hacia el final de su jornada todavía tiene el casco puesto.
—“El patrón” está ocupado, no va a poder atenderte. ¿Qué necesitás?— La secretaria ni siquiera mira por encima de su anteojos típico, sin distraerse de su activa función de “revisa papeles”.


Así comienzó el estreno de los talleres de teatro del proyecto de extensión “Miradas y Mundos Posibles”, que fiel a su impronta, se filtraba por las grietas de los muros para mostrar que todos tenemos algo para decir, expresar e imaginar la realidad que nos atraviesa. La clave es entender que todos somos seres humanos, y que por una cosa o por otra, nos encontramos en la situación que nos toca estar, en el momento indicado, para suspender los barrotes sociales que nos aíslan, fijan y nos sujetan a las reglas del indvidualismo competitivo, meritocrático y punitivo del capitalismo. Y en ese devenir igualitario, conocer que produciendo cultura, creatividad y corriéndonos de las perspectivas más comunes y hegemónicas de intervenir sobre los problemas sociales, podemos sumar aprendizajes, experiencias  y sensaciones que nos gusta pensar, en algún momento, inclinan la balanza a la hora de tomar decisiones, considerarnos sujetos de derecho, pensantes, sensibles.
Entre risas y aplausos, en la UP1 se festejaron las desazones de un humilde obrero, que hace como cinco meses no cobra el sueldo y reclama por ello, y cuando logra sacarle algo de dinero a la rata para quien trabaja lo pierde víctima de una forma particular del tradicional “cuento del tío”. De esta manera, dejan calentitas las baldosas para la segunda improvisación a la otra mitad del grupo, que aguarda expectante, como detrás de bambalinas, en el pasaje que une el pasillo principal con el pequeño salón de actos de la escuela. Sabemos muy bien las escenas, pues las proyectamos y ensayamos durante más de ocho encuentros en el Salón de Usos Múltiples de la cárcel de varones. Los nervios se transforman en calor. Una vez que los actores de la primera improvisación nos dejan el escenario preparado, a escena salimos con “¿Quién paga la cuenta?”.
Las miradas se cruzaban sonrientes, cómplices, como cuando algo arriesgado, bizarro, está sucediendo de manera planeada, pensada y planificada previamente, con plena certeza de su riesgo. Contracultural podría ser la palabra para definir lo que allí adentro pasó.
--Y a mi, ¿Quién me paga ahora? --lamentó el cantinero, luego de ser anfitrión de una disputa conyugal, en su propia fonda, de dos clientes adultos, y su no tan pequeño hijito, quien se encargó literalmente de dar vuelta todo el local, molestando a cuanta persona se le atravezaba en su camino. Aquel, parecía cansado, resignado a fiar, y a ser más un comprensivo de la vida que un buen comerciante.
Para qué... todo el público (incluyendo entre otros los alumnos, alumnas de la primaria de la UP1, maestras, maestros, profesores y otras integrantes, como las directoras del “Miradas y Mundos Posibles”) se soltó, y rio a carcajadas, aplaudieron con fuerza y casi que dieron un veredicto de lo contemplado: ¿un éxito?, y si.
La chocolatada tibia en vasos de plástico, las facturas hechas en la panadería de la UP1 y unas cumbias. Bailamos, conversamos, nos miramos, porque nuestros cuerpos quedaron encendidos y necesitamos relajarnos. La UP1 tiene un escape asegurado por las gritas del “Miradas y Mundos Posibles”.

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