La vida, el dolor, el futuro… esto que tanto nos cuesta definir pero que conocemos o imaginamos en relación a todo lo que nos pasa.
Quizás con más frecuencia de lo que nos atrevamos a reconocer, salimos fortalecidos de la experiencia.
La vida es lo más fortuito y, al mismo tiempo, lo más extraordinario. Es necesario vivirla ahora mismo, porque el futuro es incierto y el ayer no regresa, y, sobre todo, se trata de nuestra única vida. La civilización ha convertido la vida en algo admirable y también, mediante sus crecientes inequidades y exigencias de privación y sacrificio, en un trago doloroso y amargo. Muchos lo tienen "todo", pero aún no se han conquistado a sí mismos. Para millones de personas que padecen la miseria y la opresión social, la vida es dura y pesada. Para todos -en mayor o menor medida- a veces constituye una carga.
¿Por qué filosofamos?
Filosofamos porque sufrimos, porque entristecemos y nos angustiamos. Los problemas desentierran al filósofo que todos llevamos dentro.
Si de algo nadie está a salvo, es del dolor. Quien teme los dolores, teme lo que es inevitable, tarde o temprano.
A veces le otorgamos un lugar accidental -y no necesario- al dolor en nuestra vida"¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?".
Parece que el placer y la felicidad es lo que nos corresponde naturalmente…
¿Y cuando el dolor se suma a la falta de la libertad?
El futuro es sólo una pregunta…
¿dónde estaré dentro de 20 años? ¿dónde te gustaría estar?
Como a todos los seres humanos que necesitamos los afectos y el pleno ejercicio de nuestros derechos…
Como luchamos por la justicia, pero en una justicia basada en la equidad y la igualdad, por el acceso PARA TODOS de nuestro pleno ejercicio como ciudadanos…
Amamos y deseamos nuestra libertad, el uno de los bienes más preciados –junto a la familia- de los sujetos presos: LA LIBERTAD
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